Griezmann descubrió el sábado en Valladolid que no era de acero. Aunque él no lo ha aclarado, dio la sensación de que su lesión en el cuádriceps de la pierna derecha se produjo en el minuto once, cuando iba derecho hacia la portería de Masip mirando de reojo la incorporación de Messi. Entonces, frenó en seco y decidió mal, como minutos después en el centro de Semedo. Dio la sensación, viendo la repetición de la primera parte, de que el jugador andaba tocado desde muy al inicio del partido.
La lesión de Griezmann en el cuádriceps no es grave, pero es lo nunca visto en el francés. Desde que es profesional, nunca se había perdido un partido por una lesión muscular. Por poner un ejemplo, en cinco temporadas en el Atlético de Madrid, un equipo que explora el límite físico de los futbolistas desde que Simeone lo entrena acompañado del profesor Ortega, sólo se perdió un partido (un Betis-Atlético de Madrid) y fue por unas molestias después de un golpe. En el resto de los partidos estuvo disponible para el técnico argentino.
Ahora Griezmann tendrá que autodescubrirse en una nueva faceta, la de la recuperación. Su objetivo es claro. Llegar en plena forma al partido del próximo 8 de agosto contra el Nápoles en el Camp Nou.
La lesión muscular del francés pone en cierta tela de juicio los discutidos entrenamientos del Barça en las últimas temporadas. Hace pocas fechas, durante el confinamiento, el brasileño Malcom, ex jugador del Barça hoy en el Zenit, desveló que mientras en Rusia entrenaba en doble sesión, en Barcelona apenas se ejercitaba «40 o 50 minutos, tal vez por eso me lesioné». Durante los últimos meses también han trascendido informaciones que deslizaban ciertas protestas de algunos jugadores azulgrana (entre ellos De Jong) sobre una supuesta carga de trabajo en los entrenamientos. Casualmente, De Jong ha sido otros de los afectados post-confinamiento por su lesión en el sóleo de la pierna derecha.