Cuando Oblak salió a blocar esa pelota, el árbitro ya con el silbato en la boca para anunciar el descanso, no sabía que la primera parte caería como un ladrillazo sobre sus guantes. Si había empezado mandón el Atleti apenas quedaba ya rastro, tanto delantero para una triste ocasión. El Getafe hacía un rato que había agarrado de la solapa al campeón. Y salió el portero a atrapar ese centro lateral, pero la pelota resbaló de sus guantes como si estos nada supieran de milagros. Despejó el Atleti, devolvió Maksimovic el balón y Mitrovic se lanzó de cabeza sobre él para introducirlo en la portería, previo beso al palo. El silbido del árbitro apenas se oyó entre el goool altísimo, abrazado a tanto. Las cinco derrotas en los cinco primeros partidos con Míchel. La estadística particular con el Cholo: diez años incapaces de hacerle un gol, 34 en contra. Si llegaba, debía de ser así, convertido Oblak en humano. Hasta que Griezmann no salió del partido no fue capaz el Atleti de pulverizar ese ladrillo, voltear al marcador. Y es que, ayer, como tantos días desde que llegó, se funde el equipo en su intento de introducir al francés.
El tetris al que obliga es un Cubo de Rubik en manos del Cholo. Pruebas, pruebas y pruebas. Y los colores cada vez más mezclados, los futbolistas más confundidos. Saltaba en Getafe con un 4-2-3-1 afilado como un lápiz. Así le entraban todos al Cholo, así no se veía obligado a elegir. Suárez, Correa y Grizi a la vez: el francés, en la mediapunta; el argentino, extremo por dentro, como Carrasco. Llorente también estaba, pero como un nuevo Saúl: de viaje en viaje en cada partido. Ayer estrenaba posición, doble pivote con Herrera, tras haber sido ya lateral, carrilero, interior y extremo. El orden y el mando le duró poco al Atleti. Su peligro, el habitual. Ninguno. Sus delanteros, en su particular Día de la Marmota: todos estampados contra las paredes.
Para el Getafe guarecerse era el plan: Míchel renunciaba a Ünal para sumar un tercer central. Pero a medida que el Atleti se fundía, sacó la cabeza de su cueva y observó. Que el Atleti era mucha artillería pero toda con pistolas de agua. Se arrancaron los de Míchel los nervios. Desarrollaron otro plan: presión alta y mantener la marca. Voilà. Griezmann y Suárez se ahogaban en la cárcel de piernas (los tres centrales ayudados por Maksimovic y Florentino), la pelota sobrevolaba la cabeza de Herrera, de los centrales a la punta, sin pasar por su pie. Sólo Llorente y Correa escapaban del gris. Pero a chispazos, trompicones. Avisó el Getafe con un disparo de Mata que sacó Oblak con una mano por bajo. Respondió el Atleti al poco, en la bota de Suárez. Pero seguía el uruguayo sin estar, sin correr, sin carburar. Soria detendría el rechace de Correa. A él no le fallarían los guantes como nueve minutos más tarde sí a Oblak.
Y, sin Griezmann, Suárez
El inicio de la segunda parte fue un calco de la primera. El Atleti quería mandar pero sus delanteros seguían con la boca llena de hormigón. El tic-tac-tac atronaba sobre su cabeza y llenaba de nervios sus piernas, sus gestos, sus reacciones, incapaz de encontrar caminos. Y eso que Simeone a la hora ya había movido el árbol. Afuera los laterales (un Lodi horrible), adentro De Paul y un Hermoso que salió con el genio en la bota. Regresó el Getafe a su cueva, pero tanto nervio, interrupciones, iba llenando el aire. Irrespirable ya. A punto de enloquecer Giménez con el árbitro, a lo João hace unos días.
Pero fue irse Griezmann y salirle dientes a las botas de Suárez, arrancándose todos los barrotes en una jugada que se estampó en el travesaño. Ya corría, carburaba. Comenzaron a llover sobre Soria los rojiblancos. Sería ahora en su portería donde se precipitaría el partido. Y el marcador. Ayudó Aleñá, al imprimir sus tacos sobre el gemelo de Cunha, sustituto del francés. Se quedaron los de Míchel con uno menos. Y cada vez más frío en la cueva.
Soria tapó cuanto pudo. Una doble ocasión a Suárez y Correa. Pero en cada jugada el aliento del uruguayo más y más cerca. A la tercera que Hermoso le dejó solo con un espléndido centro, derribó todo el hormigón con la zurda. 1-1. Pero no el final. Porque cuando el tic-tac llegó al 90’, al 90’ justo, Suárez metió la cabeza para enviar a la red otro centro de Vrsaljko. 1-2, campeón el campeón. Y el uruguayo corriendo por el verde. Que su Día de la Marmota siempre fue ese. El goool. En la boca de nuevo, llenando sus botas.