El Barça de la Champions ya ha conseguido ser el de LaLiga. El equipo blaugrana vivía en una doble realidad que contrastaba un rendimiento nefasto en LaLiga con la excelencia en Europa. Estaba por ver cuál era la realidad. Lamentablemente para el Barcelona, la metástasis ha resultado ser imparable. El equipo de Koeman es un guiñapo, un moribundo al que la Juve le dio la puntilla a principios de diciembre. Perdió la primera plaza del grupo tras caer por 0-3 ante la Juventus en un nuevo ejercicio de impotencia en el que nada salió bien, excepto el orgullo estéril de un Messi que no se merece jugar al lado de ciertos individuos.
La factoría de películas de terror del Barça no tiene freno. Si el sábado pasado en Cádiz, de los creadores de ‘El córner de Anfield’ nos llegaba el estreno de ‘El saque de banda del Carranza’, en Champions contra la Juve los triunfadores de ‘La paliza de Lisboa’ pusieron todo de su parte para que triunfara en las pantallas de todo el mundo ‘El esperpento del Camp Nou’. El Barça naufragó contra una Juventus que de haber estado medio bien hubiera liquidado la discusión de la primera plaza de grupo en 30 minutos. Incluso podría haber hecho mucho más daño de lo que hizo. Es triste, pero para el Barça aún podría haber sido peor. Y no hubiera sido una injusticia.
Lo catástrofico del Barça no es como juega, que es fatal, sino que cualquier solución parece estar ya agotada. Koeman intenta mover las piezas dentro de lo que tiene, pero el resultado es cada vez más deprimente. Volvió a la titularidad Pedri orillando a Coutinho, Araújo saló en el centro de la defensa, volvió a jugar Pjanic por Busquets y se retiró a Braithwaite para que Griezmann jugara en punta. A excepción de Pedri, que lo sigue intentando, todo salió fatal.
Araújo se vio penalizado por un penalti ante Cristiano Ronaldo que sólo vio el árbitro pero que no justifica la debacle blaugrana, Pjanic no aportó nada y Griezmann volvió a interpretar su papel de hombre invisible.
Si a eso le añadimos que Trincāo no sabía si pedir un autógrafo a Cristiano o disputarle un balón y que De Jong sigue siendo capaz de jugar cada día peor que el anterior, la Juve se encontró un caramelo en Barcelona.
Se adelantaron los italianos mediante un penalti inventado por el árbitro en una pugna entre Araújo y Cristiano que el portugués transformó y celebró como si fuera el primer gol de su vida. La injusticia del penalti no tapaba la pésima puesta en escena de los blaugrana, incapaces de cambiar el destino de un partido claramente decantado del lado italiano.
El fantasma de la zurra de Lisboa planeó sobre el Camp Nou en el momento en el que McKennie remató absolutamente solo y posando para los fotógrafos el segundo tanto que igualaba el resultado de la ida. Era el minuto 20 y el Barça hacía aguas por todos lados.
En el barco blaugrana, únicamente Messi daba síntomas de rebeldía, pero evidenciando más ganas que capacidad. El argentino probó un par de veces a Buffon desde lejos, pero siempre apareció el portero para conjurar el peligro. Lejos de Messi, el Barça era un circo en defensa. El árbitro incluso perdonó un penalti por manos a Pjanic, probablemente por la mala conciencia del que señaló sobre Cristiano. En la segunda parte, ya con el pecado expiado no pudo obviar el nuevo penalti absurdo de Lenglet en la segunda parte que liquidó el funeral culé.
Ya con el 0-3, el Barcelona siguió siendo la imagen de la agonía. Quería aferrarse a la vida pero por cada paso adelante se reproducía un chiste atrás. Bonucci marcó el cuarto en un fuera de juego tras la enésima broma en defensa de los barcelonistas, que ya daban el partido por perdido, pero el tanto fue anulado por fuera de juego
La realidad de este equipo es la de un moribundo al que le dieron la puntilla.