La noche del 13. Absténgase supersticiosos. El 13 de febrero, en la temporada 13 del RCDE Stadium y tras explotar de júbilo con el gol 13 de Raúl de Tomás esta temporada, de nuevo la última jugada del añadido arrebató al nueva camiseta espanyol la ilusión. Como había sucedido ante el Atlético, pero esta vez con la crueldad de lo que representa un derbi. De lo que iba a significar la primera victoria liguera en su actual feudo. La mejor lectura para los pericos es que, por primera vez en mucho tiempo, empatar contra el Barcelona sabe a desgracia.
Un derbi en 75 segundos. En cualquier derbi del mundo, no nos engañemos, lo de menos son los 90 minutos. El derbi está en la calle antes y después del partido. Pero este Espanyol-Barça estuvo a punto de durar solo 75 segundos, con el tanto de Pedri, que sacó petróleo del enésimo error defensivo perico en las últimas semanas. Sin embargo, los derbis tienen otra máxima: no importa cómo llegues o cuál sea tu patrimonio: es un encuentro distinto al resto. Una ciudad se paraliza.
Darderismo. Y en estas que llegó el auténtico Míster Derbi. Asfixiaba el Barça la torpe salida de balón del Espanyol pero tampoco lograba combinar, protegido Busquets por guardaespaldas de blanquiazul. Y apareció Darder. Con ese chut orientado desde la frontal que le hizo futbolista de elite en el Málaga, para acabar regresando a su casa. Con ese espíritu de luchar por imposibles, como LaLiga, que se acuñó como Darderismo. Y elevando a proverbio lo que dijo en AS la pasada Navidad: «No morí, pero quedé muy tocado y he logrado resucitar».
Keidi el ‘malo’. «Somos los malos de una película creada por y para los buenos. Y sin embargo, seguimos aquí», recitaba una voz en off en el vídeo motivacional difundido por el Espanyol al mediodía. Y el malo del derbi fue Keidi Bare, que parecía haber estado esperando este partido toda su vida. acaso lo era. Hiperactivo, actuó como tercer hombre (como dicen ahora, aunque suene a peli de cine negro), vio pronto una amarilla por una entrada sobre Araújo y se jugó otra sobre Adama a la media hora. Se marchó, cómo no, ovacionado camino de la banda en el instante mismo de su sustitución.
La mirada de RdT. Hasta el gol de Luuk de Jong, el titular de todas las crónicas llevaba el nombre de Raúl de Tomás. Se lo había visto Vicente Moreno «en la mirada» y él mismo había reconocido que llevaba clavada una espinita del Camp Nou, donde estrelló dos balones en el palo. Con un control y definición precisos, deshaciéndose de Eric Garcia a pase de Darder, se liberó de un rosal. Luego el espanyolismo en pleno pisaría descalzo un jardín de cactus.
Al abrigo de la multitud. Se habían congregado para recibir el autocar del nueva camiseta espanyol a las 19:35, miles de pericos, en una escena no ya de esos tiempos prepandémicos que ya empezamos a olvidar por su lejanía sino directamente inédita desde la mudanza a Cornellà, en 2009. Con bengalas, cánticos, fervor, incluso fuegos artificiales. Una estampa marciana hace apenas seis meses, cuando los asientos de los estadios acumulaban un palmo de polvo por la ausencia de sus inquilinos. La razón del fútbol.