La victoria del Valencia ante al Villarreal ha llevado un chute de alegría a la capital del Turia. Ya no solo porque se lograran los tres puntos tras siete duelos sin hacerlo, tampoco porque la victoria llegara de manera distinta a nivel táctico que el resto de triunfos del año, pues el Valencia defendió mucho más cerrado que el resto del curso, donde la presión en campo rival había sido un sello de identidad. Sino porque asuntos tácticos al margen, Bordalás recuperó a ‘su’ Valencia y vio reflejadas en el terreno de juego las tres consignas clave en las que había insistido durante la crisis de resultados.
Por una parte, la agresividad y la solidaridad del equipo se vio reflejada en el hecho de que por quinto partido del curso los che cometieron más faltas que su rival (19 a 17). Este dato aislado puede carecer de significado, pero las estadísticas señalan que cuando esto ocurre, de cinco partidos los che solo perdieron una sola vez. Ante los amarillos se vio un Valencia mucho más bronco que en citas anteriores que no reusó el contacto, si no que se lo digan a Emery que se las vio con Gayà. Eso sí, seguro que en su libreta de mejoras Bordalás tiene anotado que el Villarreal les superó en duelos divididos, algo a mejorar de cara a próximas citas.
La segunda consigna era más que evidente: cortar la sangría de goles encajados. Con 17 goles en once partidos los che eran una lágrima en defensa que el entrenador quería secar. Para ello se vio obligado a renunciar a su habitual presión en bloque alto y cerrar más al equipo, en una línea defensiva que llegado el momento se convertía en un 6-3-1, con los Marcos André y Helder Costa realizando un sobresaliente trabajo de ayuda. El resultado habla por sí solo: Los nueve remates recibidos -solo uno a portería- suponen el segundo registro más bajo de la temporada, por ello no es de extrañar que la portería se quedara a cero.
Y finalmente la verticalidad. El entrenador no acabó nada satisfecho con que ante el Mallorca el equipo realizara excesivos pases horizontales para el estilo de juego que él plantea e instó a los suyos durante la semana a ser mucho más verticales. Y dicho y hecho, el equipo miró para delante y no a los lados y el claro ejemplo está en los jugadores de atrás. Ante el Mallorca, Gabriel le pasó la pelota Diakhaby once veces… en 45 minutos que estuvo el francés en el campo. Mientras que ante el Villarreal en todo el tiempo que estuvo en el campo Gabriel solo le pasó la pelota dos veces a su compañero de zaga, Alderete. Otro ejemplo es Hugo Guillamón que ante el Villarreal al jugador que más le pasó la pelota no fue a otro que a Gonçalo Guedes, que jugó como delantero.